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¿Conoces como las enfermedades del tracto urinario bajo afectan la sexualidad femenina?

Se conoce, que al menos del 30% al 50% de las mujeres presentan algún síntoma de disfunción sexual, y que estas cifras aumentan con la edad. Un importante factor de riesgo para la disfunción sexual femenina son las enfermedades que afectan el tracto urinario inferior.



En este sentido, las principales enfermedades del tracto urinario inferior que afectan la sexualidad femenina son; la vejiga hiperactiva (VH), la incontinencia urinaria, el prolapso pélvico, además de las deficiencias hormonales.


Existe cierta controversia sobre la vejiga hiperactiva y la sexualidad femenina. En una revisión publicada por Salonia, la VH afecta negativamente la calidad de vida y la función sexual de las mujeres.


Patel no verificó esto en su estudio. Sin embargo, se sabe que la calidad de vida de las personas que tienen VH se ve afectada significativamente en diferentes niveles, y es bastante probable que la función sexual también se vea afectada.


En la práctica clínica se percibe que la posibilidad de incontinencia urinaria durante las relaciones sexuales, muchas veces asociada a la VH, preocupa a las mujeres con este problema, al mismo tiempo que temen el coito y se sienten avergonzadas en la relación con su pareja.


Con respecto a la incontinencia urinaria relacionada con el esfuerzo, Hilton mostró que una de cada cuatro mujeres evaluadas en una clínica de uro ginecología tiene una disfunción sexual femenina (DSF) causada por incontinencia urinaria.


En una elegante revisión de Barber hubo una mayor incidencia de disfunción sexual en mujeres que tenían incontinencia o síntomas del tracto urinario inferior (STUI), en comparación con la población general, y es necesario evaluar la función sexual en este grupo de pacientes.


Sin embargo, además de la asociación ya ampliamente demostrada entre LUTS y DSF, se sugirió una relación de causa / efecto.


En un estudio de Moller, se demostró que el aumento de la actividad sexual puede reducir la aparición de STUI, esto posiblemente esté relacionado con el ejercicio de los músculos del suelo pélvico.


Otro factor significativo que compromete la función sexual en cuanto a síntomas del tracto urinario inferior es la presencia de dolor pélvico crónico.


En un estudio reciente de Nickel, los pacientes con dolor pélvico crónico presentaron una calidad de vida y función sexual significativamente comprometidas.


También se debe considerar el parto, ya sea por cesárea o parto normal, ampliamente discutido en la literatura no especializada con respecto a la función sexual.


En cuanto al desarrollo de incontinencia urinaria de esfuerzo y prolapso pélvico, el parto vaginal parece ser un factor de riesgo adicional. Sin embargo, este efecto positivo de la cesárea no parece reflejarse en la función sexual, a pesar de la escasa evidencia disponible.



En una revisión publicada por Weber, los índices de retorno a la función sexual a los 3 meses, dispareunia y satisfacción en la actividad sexual fueron similares entre las pacientes que se sometieron a cesárea o parto normal.


Los factores hormonales parecen estar relacionados con la deficiencia de estrógenos y testosterona que aparece después de la menopausia, especialmente cuando es consecuencia de procedimientos quirúrgicos (ooforectomía bilateral).


Esta deficiencia, que conduce a la atrofia y sequedad de la mucosa vaginal, puede producir síntomas del tracto urinario inferior.


La testosterona juega un papel importante en el deseo sexual, en la sensación de bienestar general y fatiga, cambios emocionales y trastornos del sueño, y su deficiencia se asocia con una reducción de la actividad sexual.


En una revisión reciente se encontró que el reemplazo de testosterona, cuando es apropiado, confiere una mejora significativa de todos los aspectos de la vida sexual estudiados.


Por tanto, existe una relación estrecha, probablemente multifactorial, entre el DS y los STUI, con varios mecanismos fisiopatológicos diferentes que interactúan simultáneamente. Un mayor conocimiento sobre esta interacción proporciona un horizonte prometedor en términos de tratamientos conjugados y una mejor calidad de vida para estos pacientes.


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